El enigma de la física de partículas elementales.
- Operación Eclipse
- 1 oct 2018
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 7 feb 2019
“Operación Eclipse” plantea un inquietante misterio en torno a las
investigaciones que están siendo llevadas a cabo en la física de partículas
elementales, describiéndolas en el marco de un mundo que concentra su
poder en una elite político-tecnológica que mueve los hilos tras bambalinas.
¿Sabemos qué sucede realmente en el campo de la investigación de
partículas elementales?
Hace apenas unos años atrás el mundo conoció acerca de los experimentos
llevados a cabo con el Gran Colisionador de Hadrones construido bajo
tierra en la frontera franco-suiza, pero la búsqueda de la denominada
“partícula de Dios no es el único experimento con partículas elementales.
Poco se habla de las investigaciones hechas por el LEP (Large Electron-
Positron collider) entre 1989 y 2000, o de los experimentos realizados por
los alemanes en el Centro de Investigación de Iones Pesados, construido
en Darmstadt-Arheilgen, Alemania.
Rusia y China mantienen la ubicación de sus colisionadores en el mayor
secreto. Pero todos estos desarrollos experimentales están relacionados y
todos los científicos coinciden en que a mayor tamaño mayor sería la
posibilidad de hallar la verdadera “partícula de Dios”.
Si pretendemos descubrir la verdadera partícula de Dios
sería necesario un Colisionador de magnitud gigantesca.
La frase se escucha cada vez más a menudo en la elite que controla las
investigaciones de partículas subatómicas.
En “Operación Eclipse” J. Nicholas Ciano indaga acerca de uno de los
misterios más profundos del universo: ¿Qué existe más allá de la barrera
espacio temporal en la que estamos atrapados? ¿Qué sucedería su
accediéramos a una super-tecnología que pudiese romper el velo? La
realidad demuestra que no estamos lejos de encontrarnos con grandes
sorpresas. De hecho, la ciencia avanza a un ritmo de descubrimientos cuyos
alcances solo conocemos en parte.
Sabemos que el 95 % de la masa del universo no está hecha de materia tal
como la conocemos. En esa inmensidad cósmica reina la materia oscura.
Los astrofísicos la han denominado así porque no emite ningún tipo de
radiación electromagnética (como la luz). De hecho, no interactúa en
ninguna forma con la radiación electromagnética, siendo completamente
transparente en todo el espectro electromagnético. Su existencia solo ha
sido determinada a partir de sus efectos gravitacionales en la materia
visible, como lo son las estrellas o las galaxias.
Los científicos creen que el misterio de la materia oscura y sus efectos
gravitacionales puede ser develado si se logran simular las condiciones
inmediatas al momento del estallido inicial que dio nacimiento al universo.
Para ello se llevó a cabo la construcción del Gran Colisionador
administrado por el CERN (sigla que corresponde a Conseil Européen pour
la Recherche Nucléaire). Fue diseñado para colisionar haces de hadrones
(una partícula subatómica), con el propósito de examinar la validez del
denominado Modelo Estandard, el actualmente el marco teórico de la física
de partículas.
En el año 2012 el CERN anunció la observación de una nueva partícula
«consistente con el bosón de Higgs», una partícula elemental propuesta en
el Modelo Estándar de la física de partículas elementales. Recibió su
nombre en honor a Peter Higgs quien, junto con otros, propuso en 1964 el
hoy llamado mecanismo de Higgs para explicar el origen de la masa de las
partículas elementales. Pero inmediatamente fue conocida como “La
partícula de Dios”
Sin embargo, pronto surgieron datos inquietantes. Stephen Hawking fue el
primero en advertir su potencial peligro: La partícula de Dios encontrada
por el CERN podría destruir el universo, escribió, alertando que el bosón
de Higgs podría volverse inestable a niveles muy altos de energía, lo que
podría causar el colapso instantáneo del espacio y del tiempo.
Pero Hawking no fue la única voz de alerta sobre una posible catástrofe si
el CERN continuaba en el carril de la aceleración atómica. El astrofísico
Neil de Grasse Tyson sostiene que este experimento podría hacer que el
planeta explote;, mientras que Otto Rössler, profesor alemán de la
Universidad de Tubinga, que presentó una demanda contra este laboratorio
gigante, afirma que esta instalación podría desencadenar la formación de
un pequeño agujero negro que, en caso de descontrolarse, podría
destruir el planeta.
Hubo otras voces aún más pesimistas. Un año después de la gran
inauguración del CERN, Sergio Bertolucci, ex-director de Investigación e
Informática Científica de la instalación, afirmó que el colisionador podría
abrir puertas a otra dimensión en un lapso de tiempo muy pequeño
(fracciones de segundo), añadiendo que quizá fuese suficiente para mirar
en el interior de esa puerta abierta, para obtener o enviar algo.
Este comentario generó entre la comunidad científica una preocupación
relacionada con el riesgo existente de que el Colisionador invite por error a nuestro mundo a visitantes no deseados de otras dimensiones espacio-temporales. Pero eso no fue todo. Diversas fuentes aseguran que primero el papa Benedicto XVI y luego su sucesor Francisco advirtieron que el Gran Colisionador de Hadrones podía abrir las puertas del infierno. El CERN debió invitar al papa Francisco a visitar las instalaciones, oportunidad en la que volvió a advertir seriamente de los peligros que acechaban estas investigaciones.

El Experimento Atlas
¿Es acaso el del CERN el único Colisionador activo? ¿Fueron hechos
casuales la sincronicidad temporal entre los experimentos llevados a cabo y
los terremotos de Chile y Nepal y las erupciones volcánicas en cadena
producidas casi simultáneamente?
Comments