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El enigma de la física de partículas elementales.

Actualizado: 7 feb 2019


“Operación Eclipse” plantea un inquietante misterio en torno a las

investigaciones que están siendo llevadas a cabo en la física de partículas

elementales, describiéndolas en el marco de un mundo que concentra su

poder en una elite político-tecnológica que mueve los hilos tras bambalinas.

¿Sabemos qué sucede realmente en el campo de la investigación de

partículas elementales?


Hace apenas unos años atrás el mundo conoció acerca de los experimentos

llevados a cabo con el Gran Colisionador de Hadrones construido bajo

tierra en la frontera franco-suiza, pero la búsqueda de la denominada

“partícula de Dios no es el único experimento con partículas elementales.


Poco se habla de las investigaciones hechas por el LEP (Large Electron-

Positron collider) entre 1989 y 2000, o de los experimentos realizados por

los alemanes en el Centro de Investigación de Iones Pesados, construido

en Darmstadt-Arheilgen, Alemania.


Rusia y China mantienen la ubicación de sus colisionadores en el mayor

secreto. Pero todos estos desarrollos experimentales están relacionados y

todos los científicos coinciden en que a mayor tamaño mayor sería la

posibilidad de hallar la verdadera “partícula de Dios”.


Si pretendemos descubrir la verdadera partícula de Dios

sería necesario un Colisionador de magnitud gigantesca.


La frase se escucha cada vez más a menudo en la elite que controla las

investigaciones de partículas subatómicas.


En “Operación Eclipse” J. Nicholas Ciano indaga acerca de uno de los

misterios más profundos del universo: ¿Qué existe más allá de la barrera

espacio temporal en la que estamos atrapados? ¿Qué sucedería su

accediéramos a una super-tecnología que pudiese romper el velo? La

realidad demuestra que no estamos lejos de encontrarnos con grandes

sorpresas. De hecho, la ciencia avanza a un ritmo de descubrimientos cuyos

alcances solo conocemos en parte.


Sabemos que el 95 % de la masa del universo no está hecha de materia tal

como la conocemos. En esa inmensidad cósmica reina la materia oscura.

Los astrofísicos la han denominado así porque no emite ningún tipo de

radiación electromagnética (como la luz). De hecho, no interactúa en

ninguna forma con la radiación electromagnética, siendo completamente

transparente en todo el espectro electromagnético. Su existencia solo ha

sido determinada a partir de sus efectos gravitacionales en la materia

visible, como lo son las estrellas o las galaxias.


Los científicos creen que el misterio de la materia oscura y sus efectos

gravitacionales puede ser develado si se logran simular las condiciones

inmediatas al momento del estallido inicial que dio nacimiento al universo.

Para ello se llevó a cabo la construcción del Gran Colisionador

administrado por el CERN (sigla que corresponde a Conseil Européen pour

la Recherche Nucléaire). Fue diseñado para colisionar haces de hadrones

(una partícula subatómica), con el propósito de examinar la validez del

denominado Modelo Estandard, el actualmente el marco teórico de la física

de partículas.


En el año 2012 el CERN anunció la observación de una nueva partícula

«consistente con el bosón de Higgs», una partícula elemental propuesta en

el Modelo Estándar de la física de partículas elementales. Recibió su

nombre en honor a Peter Higgs quien, junto con otros, propuso en 1964 el

hoy llamado mecanismo de Higgs para explicar el origen de la masa de las

partículas elementales. Pero inmediatamente fue conocida como “La

partícula de Dios”


Sin embargo, pronto surgieron datos inquietantes. Stephen Hawking fue el

primero en advertir su potencial peligro: La partícula de Dios encontrada

por el CERN podría destruir el universo, escribió, alertando que el bosón

de Higgs podría volverse inestable a niveles muy altos de energía, lo que

podría causar el colapso instantáneo del espacio y del tiempo.


Pero Hawking no fue la única voz de alerta sobre una posible catástrofe si

el CERN continuaba en el carril de la aceleración atómica. El astrofísico

Neil de Grasse Tyson sostiene que este experimento podría hacer que el

planeta explote;, mientras que Otto Rössler, profesor alemán de la

Universidad de Tubinga, que presentó una demanda contra este laboratorio

gigante, afirma que esta instalación podría desencadenar la formación de

un pequeño agujero negro que, en caso de descontrolarse, podría

destruir el planeta.


Hubo otras voces aún más pesimistas. Un año después de la gran

inauguración del CERN, Sergio Bertolucci, ex-director de Investigación e

Informática Científica de la instalación, afirmó que el colisionador podría

abrir puertas a otra dimensión en un lapso de tiempo muy pequeño

(fracciones de segundo), añadiendo que quizá fuese suficiente para mirar

en el interior de esa puerta abierta, para obtener o enviar algo.


Este comentario generó entre la comunidad científica una preocupación

relacionada con el riesgo existente de que el Colisionador invite por error a nuestro mundo a visitantes no deseados de otras dimensiones espacio-temporales. Pero eso no fue todo. Diversas fuentes aseguran que primero el papa Benedicto XVI y luego su sucesor Francisco advirtieron que el Gran Colisionador de Hadrones podía abrir las puertas del infierno. El CERN debió invitar al papa Francisco a visitar las instalaciones, oportunidad en la que volvió a advertir seriamente de los peligros que acechaban estas investigaciones.


Ezperimento Atlas. Uno de los tantos que actualmente se llevan a cabo en la frontera franco suiza.

El Experimento Atlas


¿Es acaso el del CERN el único Colisionador activo? ¿Fueron hechos

casuales la sincronicidad temporal entre los experimentos llevados a cabo y

los terremotos de Chile y Nepal y las erupciones volcánicas en cadena

producidas casi simultáneamente?

 
 
 

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