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“Operación Eclipse” y Tecnología Alienígena



Poco sabemos de la historia de la humanidad. Los registros escritos más antiguos no llegan más allá del tercer milenio antes de la era común. La mayoría de ellos proviene de la Mesopotamia y su cultura sumerio-acadia, o del Antiguo Egipto. Apenas cinco milenios nos separan de los primeros hombres que escribieron textos que han llegado hasta nuestros días. Se calcula que una generación dura aproximadamente cuarenta años, lo que significa que el hombre escribe desde hace apenas ciento veinticinco generaciones, un instante si pensamos que el homo sapiens lleva sobre la Tierra unos 600.000 años, es decir unas 15.000 generaciones o más.


Es curioso el hecho de que la mayoría de los textos antiguos hacen referencia a otros más antiguos jamás encontrados. Tal el caso del Antiguo Testamento en el que se menciona al “Libro de las Generaciones de Adán” o el “Libro de las Guerras de Jehová”, escritos en la noche de los tiempos por civilizaciones ya extinguidas. Lo mismo ocurre con la tradición védica, que refiere su origen a un continente legendario. El Ramayana (o la epopeya de “Ram”) parece remontarse a la Atlántida de la que hablaba Platón. Encontramos huella de civilizaciones desaparecidas en las antiguas sagas nórdicas que hablan de los tiempos que precedieron a los tiempos en la lejana Hiperbórea.


La cruda realidad es que conocemos muy poco acerca de esas 15.000 generaciones que vivieron un tiempo en el que reinaron los “dioses”, los “inmortales”, los “ángeles caídos”, seres que llegaron a la Tierra desde las estrellas, ya fuese para guiar a la raza humana, ya fuese para desatar sobre ella el fuego celeste o el diluvio que –según ha demostrado la ciencia– existió geográficamente a escala universal. ¿Qué ocurrió durante esos 600.000 mil años de los que casi nada sabemos? ¿Fueron apenas expresiones de arte rupestre y seres primitivos con un lenguaje levemente más complejo que un conjunto de gruñidos? No. Claro que no.


Existe una memoria colectiva, una suerte de intuición universal que hace que sepamos –aunque no podamos explicarlo– que algo extraordinario sucedió en ese extenso período de tiempo, algo que nos hace añorar el cielo, el universo profundo, las galaxias lejanas, las nebulosas que hoy vemos en imágenes digitales que nos cortan la respiración.


“Operación Eclipse”, la novela escrita por J. Nicholas Ciano, explora ese pasado que está jalonado de infinidad de huellas. Tantas que han dejado de ser extraordinarias para volverse algo común, una marca indeleble en nuestro pasado biológico. Durante décadas nos sorprendimos de la exactitud astronómica de antiguos monumentos, o de bajorrelieves de figuras claramente ajenas a la estética “terrestre”, o de ciertas reliquias veneradas por civilizaciones ancestrales cuyo poder hoy empalidece ante la tecnología que hemos alcanzado como especie. Todo está allí, a la vista, apenas disimulado por la costumbre, por el efecto que provoca el solo hecho de ver repetidas las mismas huellas, los mismo testimonios escritos, el mundo de los dioses que reinaron en los tiempos que precedieron a los tiempos.


La ficción –ya lo sabemos– ha sido superada una y otra vez por la realidad. La ficción se diferencia de la fantasía porque, a diferencia de esta, tiene bases sólidas sobre las que puede construirse un futuro posible. De modo que podría decirse que la novela de Ciano –originalmente un guión cinematográfico– apenas fantasea con un escenario hipotético en el que prevalece un misterio arcaico y ancestral que irrumpe en la historia provocando un salto cualitativo en el acceso del hombre a un conocimiento proveniente de las estrellas. La ficción es solo la excusa para plantear una teoría cada vez más sospechada: Que existe una elite en la raza humana que ya sabe, ya ha descubierto, ya posee la evidencia de una intervención directa de una civilización extraterrestre en nuestro planeta.


¿Cuánto sabe esa elite acerca de lo que ha descubierto? Ese es el gran enigma. Puede que aquel misterio enterrado en lo profundo de la Selva Negra alemana apenas sea conocido en un nivel superficial, del mismo modo que un simio puede creer que el Cubo de Rubik es un proyectil, incapaz de encontrarle otra utilidad.


Lo cierto es que una importante porción de la humanidad cree que existió una intervención extraterrestre en algún punto de nuestra realidad. No está claro si nos han dejado solo el software o si la intervención también afecto el hardware, si esa intervención disruptiva afecto solo nuestra inteligencia o también nuestra biología. Vivimos obsesionados por el espacio, y en la medida en que nuestras posibilidades técnicas crecen lanzamos a la eternidad interestelar objetos cada vez más sofisticados, más poderosos, más precisos, extensiones robóticas de nuestros sentidos. Vivimos afectados e impelidos por una conciencia “espacial”, pero también “multidimensional”.


Eso somos, una civilización que desconoce gran parte de su pasado, que ignora qué sucedió en el tiempo de los dioses, en ese Olimpo que duró más de 15.000 generaciones de las cuales solo tenemos registro de un puñado de ellas. Es abrumador; desde luego que sí. Pero J. Nicholas Ciano hace encajar ese misterio en el centro de una trama creíble, un marco tan sólido como perturbador que nos deja pensando acerca de lo que consumimos como información y lo que realmente sabemos por nuestro propio razonamiento.


Hay un punto en el que la pos verdad se vuelve tan grosera que nos obliga a pensar; nos impele a regresar a la condición esencial del homo sapiens que es justamente el uso de la razón. Entonces, aquellos extraños objetos descubiertos por los nazis en el bosque de Teutoburgo, hábilmente aprovechados por los aliados luego de la derrota de Alemania, cobran una dimensión inesperada; se convierten en el centro mismo de todas las conspiraciones, en la verdad última escondida en el Cubo de Rubik que comienza a acomodar sus colores, y nos asombra.




 
 
 

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© 2018 - Operación Eclipse - J. Nicholas Ciano

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