Árboles sagrados: Portales cósmicos.
- Operación Eclipse
- 27 mar 2019
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Hace pocas semanas atrás hablábamos del mítico árbol sagrado de los sajones, el “Irmunsul” (ver artículo en este mismo blog), y de su simbolismo cósmico. “En Operación Eclipse” –la novela de J. Nicholas Ciano– la figura de este árbol es central, no solo porque tiene que ver con los objetos alienígenas hallados en el bosque de Teutoburgo, bajo las ruinas megalíticas de Horn-Bad Meinberg, sino también porque el misterioso árbol Irminsul es el emblema del ASC, una sociedad secreta que controla los máximos resortes del poder en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Pero para dar una vuelta de tuerca al tema de los árboles sagrados vale la pena mencionar algunos ejemplos que tienen que ver con ese carácter cósmico que rodea su simbolismo. Comencemos por los más cercanos a la tradición judeocristiana. En el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, se cuenta la historia del Jardín del Edén en el cual se dice que había dos árboles. Uno era el Árbol del conocimiento del bien y del mal y el otro el Árbol de la vida. Según dice el Génesis Dios había prohibido a Adán y Eva que comieran del Árbol del conocimiento; la desobediencia a esta prohibición tuvo como consecuencia que ambos fuesen expulsados del Paraíso. Sin embargo, para cuidar que no se pudiesen acercar al segundo –al Árbol de la vida– Dios se aseguró de ponerlo bajo la custodia de un ángel guardián que portaba en sus manos una espada flamígera, llameante.
Como es sabido, este Árbol de la Vida posee un tesoro escondido que es celosamente custodiado por los cabalistas judíos, pues según afirman, todo el Universo ha sido creado por la acción de los poderes contenidos en este árbol alegórico. Su descripción se encuentra en uno de los libros más enigmáticos del judaísmo, el Sepher Yetzirá, escrito alrededor del siglo II aC. Quienes estudian la cábala de los antiguos judíos sostienen que este árbol misterioso contiene diez potencias que explican el Universo en forma matemática, y que estas diez potencias denominadas sephirot están unidas por 22 senderos, cada uno de los cuales pertenece al dominio de una de las letras del alfabeto hebreo, que tiene precisamente 22.
Aquel que es capaz de leer de acuerdo a estas letras puede encontrar la clave que descifra la “palabra perdida” y dar con el idioma cósmico original perdido tras el incidente de la torre de Babel. Aunque resulte asombroso existen sociedades secretas que afirman poseer la clave de la palabra perdida a la que solo se puede acceder a través de una prueba misteriosa en la que el iniciado se enfrenta con la espada flamígera que custodia el Árbol de la Vida. Al igual que el Irminsul de los sajones y del Ydrassil de los vikingos, el Árbol de la Vida es un puente entre el Cielo y la Tierra.
En la mayoría de las tradiciones esotéricas el árbol se convierte en vehículo para la manifestación cósmica. En el Génesis también se lee que Dios se le apareció a Abraham en el encinar de Mamre, en Hebrón, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del día. El Encinar de Mamre para Abraham representa el lugar de las promesas, allí Dios le promete una gran descendencia y un extenso territorio. En Mamre (la actual ciudad de Hebrón) existe un añoso y venerado árbol al que llaman “El roble de Abraham”. Según el mito, este es el árbol desde el cual los ángeles dijeron a Abraham que tendría un hijo. Si fuese cierto, este inmenso árbol sagrado debería tener aproximadamente cinco mil años y ser un remanente del bosque de encinas que alguna vez estuvo a su alrededor. Según la leyenda, el árbol morirá antes de que llegue el anticristo. La parte principal del tronco está muerta desde 1996, pero algunos brotes hacen pensar que nos queda algo de tiempo.
También es conocida la leyenda del árbol Bhodi, debajo del cual Shidarta Gautama, el Buda, recibió la iluminación proveniente de lo más profundo del Cosmos. Incluso en regiones aisladas geográficamente, como es el caso de los boabab de la isla de Madagascar, existe la creencia de que los árboles son puentes que comunican con otras dimensiones Para los malgaches, los espíritus de los ancestros viven en los boabab, porque a través de ellos pueden enviar y recibir los mensajes de Dios.
Es probable que alguna vez, en un remoto pasado, determinados árboles hayan sido el punto de contacto entre la civilización humana naciente y los seres cósmicos que parecen haber frecuentado la tierra durante largas edades. De modo que nada debe sorprendernos respecto de los misteriosos objetos hallados en el bosque de Teutoburgo, en el corazón mismo de la novela de J. Nicholas Ciano.
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